Imaginate entrar a tu casa y tener cientos de ojos de plástico mirándote desde sus estantes, por detrás del celofán de su packaging. Con sus vestidos puestos décadas atrás y sus poses petrificadas, sin saberlo, algunas muñecas fueron fabricadas para ser admiradas, como obras de arte inadvertidas.
¿Un hobby, una inversión o un delirio? Para algunos, la simple imagen de una persona gastando su tiempo, dinero y energía en investigar, buscar, clasificar, ordenar y controlar la veracidad de muñecas de colecciones antiguas o nuevas, limitadas o no, podría funcionar como el inicio de una película de terror.
Los coleccionistas de muñecas tienen fama de raros pero son más de los que pensarías. También habría que definir qué entendemos por colección, pero cualquiera que guarde un juguete en su paquete original o en una vitrina, a salvo, está dándole un tratamiento diferente, un estatus muy superior a cualquier barbie rapada o bebote alimentado a base de barro.
El coleccionismo tiene eso: son objetos que reciben una observación diferente, una cosa que está hecha para usarse pero termina siendo exhibida, puesta para contemplarse, para cuidarse y juntarse con otras con las que forman una colección. Y es en esa agrupación que su valor sube, tanto económico como simbólico (o fetichista).
¿Cómo se empieza a coleccionar muñecas?
Hay tantas formas de empezar una colección como personas coleccionistas. En general, quienes deciden comenzar a coleccionar muñecas, lo hacen porque establecen algún tipo de lazo afectivo con el objeto.
En una entrevista para la revista VICE, algunos coleccionistas de las muñecas Nancy recuerdan cuándo fue que compraron o recibieron la primera muñeca de su colección, ese juguete que desencadenó una fijación tan fuerte y duradera.
Por un lado, están aquellas personas que, al día de hoy, guardan las muñecas de su infancia como una reliquia. La nostalgia tiene una fuerza admirable, realmente, si tenemos en cuenta que el recuerdo que despierta un objeto puede llevarnos a terminar con una colección completa. El deseo de tenerlas y el recuerdo de felicidad al jugar con ellas dura hasta la adultez, hasta poder invertir en una colección propia y un lugar donde exhibirla.
Por otro lado, están aquellas personas que descubrieron las muñecas de mayores, como el caso de un empleado de juguetería que hoy en día tiene una colección de más 96 de ellas. El día que, por trabajo, fue a una exposición de muñecas, se enamoró, se sintió en el paraíso. Sin embargo, para él también parece haber un deseo enraizado en la nostalgia, ya que recuerda haber visto las Nancys de sus primas en un estante que ellos no podían tocar.
También está el caso de una mujer canadiense con una colección de más de 3000 Barbies, entrevistada por la CBC, quien cuenta que recibió su primera muñeca como un regalo de Navidad de su marido. Ella dice que coleccionarlas se convirtió en una manera de tranquilizar su mente después de un problema de salud que atravesó y de tener algo propio en una casa llena de varones, donde siempre fue la única mujer.
Esta misma coleccionista cuenta que, cuando salió la película Barbie de Greta Gerwig, algunas personas se acercaron a su casa para ver su colección y salieron inspiradas. Tal vez algunas de ellas crearon sus looks para la premier basadas en alguna muñeca de la colección.
¿Para qué coleccionar muñecas?
De por sí, una colección se hace en base a un fetiche, a una forma distinta de percibir un objeto que lo convierte en algo especial. Pero, ¿puede una colección tener una función añadida, un valor agregado?
Esta pregunta se responde fácilmente si vemos a Trixie Mattel, una de las drag queens más famosas del mundo, cuyo personaje está inspirado en Barbie. Ella misma tiene una gran colección de estas muñecas y las muestra segmentadas por décadas en su canal de Youtube. Trixie construyó un imperio en base a otro imperio, y su colección viene a ser como un respaldo simbólico para su arte. Parecido al respaldo en oro que tiene la moneda de una nación, pero en términos gays.
Hay casos un poco menos extremos. Por ejemplo, Manuel Bolaño, diseñador de modas español y coleccionista de Barbies, cuenta que recibió su primera muñeca como herencia de sus primas más grandes. Y aunque sus creaciones no den muestras directas de la influencia de su colección privada, sin dudas podemos imaginar cierta relación entre una actividad y otra.
Otro es el caso de Salyperla, una coleccionista de España que tiene una de las colecciones de juguetes y muñecas más grandes del país. Según cuenta en una entrevista para El Mundo, para ella la historia de su colección también tiene raíces en la nostalgia, y un poco en la indignación o el enojo.
Resulta que la madre de Salyperla un día, en su adolescencia, decidió deshacerse de todos los juguetes de su niñez. Tal fue el disgusto y el deseo de recuperarlos que un día, al entrar en una juguetería, Salyperla encontró su juguete favorito de la infancia y lo compró sin pensarlo 2 veces. Después de eso, empezó la bola de nieve que llegó hasta las 1700 piezas que tiene ahora en su colección.
Podríamos pensar que la función de la colección de Salyperla es la de curar esa herida de la infancia, pero en realidad la española pudo ir aún más allá. Gracias a su presencia online en un blog, despertó el interés de allegados al ayuntamiento de su localidad, que al ver el tamaño de su colección, le ofrecieron una casa entera para exhibirla ahí, abierta al público como un museo.
Ahora, ese hobby se convirtió en un punto turístico donde los visitantes pueden salir de viaje por la nostalgia. El recorrido es guiado por la propia Salyperla, que sabe con lujo de detalle la historia de cada pieza y de su propia odisea para conseguirla. Y hasta resulta una experiencia que invita a recordar la historia, con cada muñeca dialogando con su propio contexto de aparición.
Algo parecido le pasó a una pareja de Caparroso, España, que cuentan más de 6000 muñecas de porcelana en el proyecto que comenzaron después de jubilarse. Su colección está dividida por secciones con categorías como personajes famosos, cuentos universales y la historia y estructura de las muñecas. En la nota, ella cuenta sobre los trajes, maravillada, pero imagínense el trabajo que lleva cuidar esa cantidad de trajes hechos en telas súper antiguas. Una dedicación que solo se explica cuando es hecha por placer.
Seguramente, para todos estos coleccionistas, buscar la muñeca deseada, acomodarla junto a otras, para algunos incluso peinarlas y acomodarlas, obliga a hacer una contemplación detenida que invita a la reflexión, la apreciación y la “pseudo-meditación”. Te apostamos a que vos también tenés algo que te calma la mente.
Sin dudas, ningún fetiche es para cualquiera, pero todos podemos tener un fetiche. El coleccionismo de muñecas es uno más, y tiene más capas de lo que parece. Y vos, ¿qué opinas de los coleccionistas de muñecas? ¿Te dan miedo o te gustaría visitar alguna colección? ¿Coleccionás algo y querés charlar con nosotros? Nos encantan las historias #MuyFetiche, escribinos.